Dar
con la serenidad de las estrellas,
con la discreta gracia de la flor,
con todo el corazón.
Dar
sin la encumbrada fuente del orgullo,
sin la voz de piedad reblandecida,
sin el alma vestida de egoísmo.
Dar
en la honda tortura de la duda,
en el pobre camino sin verdad,
en la hora sin paz,
en la noche total del abandono.
Dar
ni con ansias de grata recompensa,
ni con el corazón envanecido,
ni aunque después de dar, te hayan herido...
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Diana P.
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